Historias desde «Himalayan Trails«…
Te levantas con las primeras luces, como es de buena costumbre cuando recorres los senderos del Himalaya: no se desaprovecha ni un minuto de luz, porque el tiempo, a finales de Noviembre, puede ser caprichoso, aunque solo estés en Namche Bazaar y el camino hasta las faldas del Everest todavía es largo. Dorchi, el sherpa, te está esperando abajo, con una taza de té hirviendo y algo para comer: «hoy nos vamos a Khumjung y Kunde» te dice rápido en inglés, sonríe y ya está listo para andar.
El recorrido Namche (3440 mt) – Khumjung ( 3870 mt) – Namche es un clásico para comenzar la aclimatación a las alturas himalayas, y la primera, casi religiosa, toma de contacto con los gigantes que serán tu horizonte en los días venideros: divisas el Lhotse, el Nuptse, la icónica silueta del Ama Dablam, y con suerte el Everest, si el cielo está lo bastante despejado. Subes en dirección Kunde, y te descubres a mirar el curioso perfil de Namche desde lo alto…
Corría el año 1953 cuando Tenzing Norgay y Sir Edmund Hillary le ganaron la partida al Everest, la mañana del 29 de Mayo. Abrieron una ruta por el collado sur y marcaron así un antes y un después en la historia del Himalaya. Dorchi, tu sherpa, te está contando esta historia, que escucharás con placer otras cien veces de otras cien bocas cenando frente a un plato de dal bhat, cuando te encuentras en Kunde, frente a dos puertas pintadas en azul que ponen «x-ray» y «clinic»…
Y aprendes que el Hospital de Kunde, construido en el 1966, es uno de los tantos proyectos que el mismo Hillary llevó a cabo para mejorar las condiciones de vida en las aldeas himalayas. Hoy en día esta estructura sigue siendo la principal referencia sanitaria de la región.
De Kunde a Khumjung tardas poco, llegas justo antes de la hora de almorzar, justo a tiempo para echar un vistazo, sin molestar a los estudiantes, a la escuela que nuestro Hillary y su fundación construyeron aquí en 1961. Decides que el almuerzo puede esperar un poco, porque el Ama Dablam se asoma de manera tan definitiva, que no puedes evitar de observar su figura dura y esbelta…
Ahora, estás tan concentrado en tu plato de momos, que no te das cuenta del señor que acaba de sentarse al lado tuyo. Solo cuando te alcanzan una taza, cómo no, de té, te enteras de que tienes compañía.
El viejo de Khumjung te cuenta que ha sido portador y ha llevado dzokpio por senderos empinados, que Kathmandu la ha visto unas pocas veces y le ha bastado, y que ahora, le gusta conocer a los que pasan por «su» lodge, porque, dice, a los viejos de Nepal les gusta darle al pico.
Cuando nos levantamos para seguir, le saludo y aún hoy recuerdo su risa cuando le enseñé su retrato…